Ángel Marroquín
Hay tanta gente que se comporta miserablemente en el mundo que es muy difícil elegir al peor. Gente que toma decisiones que empeorarán las condiciones de vida de los niños de hoy, personas que pudiendo ayudar a otros no lo hacen, gente que hace negocios con la desgracia ajena, gente que elige deliberadamente decir y hacer el mal a alguien que no se puede defender, etc. Todos les conocemos y sabemos que están bien y que probablemente duermen tranquilamente durante la noche. Y así es como va el mundo.
Pero de entre todos ellos se encuentran los peores y de ellos quiero hablarles. ¿Quiénes son? La gente que se indigna moralmente por la mezquindad ajena, aquellos que son infalibles en detectar la mezquindad en el comportamiento ajeno pero nunca en el propio. En otras palabras, aquellos que nunca han dudado antes de lanzar la primera piedra contra otros.
El día 25 de Septiembre 5.000 personas se reunieron en una marcha contra inmigrantes en una ciudad pobre del tercer mundo ubicada entre el mar y el desierto. Tras marchar se dirigen a un campamento habitado hace cerca de un año por inmigrantes latinoamericanos pobres de un país cercano y algunos de ellos indocumentados, los desalojan y les queman sus pocas pertenencias mientras gritan consignas nacionalistas y agitan banderas de Chile. Inmediatamente la prensa y redes sociales reaccionan y se llena de personas condenando airadamente el hecho. Algunos de ellos dicen cosas como esta: “Hace rato no veía miseria humana más feroz y repugnante que la de ese puñado de xenófobos iquiqueños. Y se dicen “patriotas”. Su patria y su bandera no es la mía, cobardes. Sólo me generan vergüenza y desprecio”
Claro que es miserable el comportamiento de todos y cada uno de los que participaron en este hecho de destrucción y abuso de gente pobre que no se puede defender. Claro que deben ser investigados, perseguidos y condenados.
¿Pero no son igualmente miserables los que ahora se indignan cuando durante todo este tiempo no han hecho nada por ayudar a estas personas?
Los que levantan sus dedos índice apuntando, ¿A cuántos indocumentados tienen viviendo solidariamente en sus casas?, ¿A cuántos han alimentado o dado siquiera algo para vestirse durante el invierno?, ¿A cuántos han ayudado con los engorrosos trámites de regulación migratoria?, ¿A cuántos han dado una sopa caliente durante la fría noche?
Sí, la hipocresía es igualmente miserable como el abuso de los matones nacionalistas pero causa un daño distinto, invisible e insidioso. Y es que el indignado moral no ha hecho nada antes de mostrarnos su indignación y no hará nada después de lanzarla a las redes sociales. Su gesto solo busca el aplauso momentáneo y no nace del compromiso con la intemperie en que viven los pobres alrededor del mundo.
Digo esto porque, tal vez, esta triste situación debería hacernos pensar que cada uno de nosotros puede y debe elegir comportarse miserablemente o no, cuando elige indignarse en el vacío, levantar el dedo para apuntar o ir en ayuda de esas personas. Usted elige.
Photo: El Mundo
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