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Ahí vamos, otra vez

Otra COP comienza y nuevamente el mundo se apresta a enfrentarse a dos semanas del desfile acostumbrado de datos escalofriantes, presión internacional y balas de plata. En una palabra, dos semanas de insomnio planetario cuyo epicentro esta vez es Sharm El Sheik, Egipto, África.

Justamente y después de 30 años de COPs y de escuchar dramáticos discursos hablando de “última oportunidad”, “fenómenos sin precedentes”, “código rojo de la humanidad”, “carnicería salvaje”, y “suicidio colectivo”, uno se pregunta si son los representantes políticos de los países representados los mejores dotados para llegar a los acuerdos necesarios para disminuir los efectos de la actual crisis climática.

Este año también los movimientos sociales y la ciudadanía quedarán marginados de la sala de decisiones. Como en el pasado, los intereses de las grandes corporaciones serán protegidos por asesores y políticos involucrados en sus negocios.

Esta asimetría de poder entre quienes toman las decisiones y quienes son impactados mayormente por la crisis se expresa también entre quienes ganan con el mantenimiento del actual status quo y quienes mueren diariamente en la llamada ¨primera línea de la crisis ambiental¨.

Vamos a dar una vuelta por esa primera línea:

Las inundaciones del último mes en Pakistán dejaron más de 20 millones de personas en necesidad de urgente ayuda humanitaria para poder sobrevivir. África el continente que organiza esta COP atraviesa la peor sequia en 40 años y ha dejado 146 millones de personas en situación de hambre extrema. China cuyo presidente ni siquiera asistirá a la COP, enfrenta la peor ola de calor de su historia. Europa ha presentado este año temperaturas record de más de 40C mientras EE.UU padece una mega sequía que ha sido catalogada como la peor en 1.200 años.

Sobre este panorama debemos considerar los efectos globales de la guerra en Ucrania: el aumento de los precios del petróleo, del transporte de los alimentos, la energía y consecuentemente la configuración de una crisis planetaria asociada al aumento del costo de la vida.

Bueno, pero ¿Quién se beneficia del estado del planeta?

Mientras esto sucede en 2022, las cinco más grandes compañías explotadoras del petróleo y gas han tenido solo este año utilidades sobre los 148bn, haciendo de este caótico año el mejor de su historia.

En un acto de infinita ironía, poderosos fondos de inversiones internacionales ven en medio de la crisis a estas empresas contaminantes como una atractiva y segura oportunidad de inversión. Más inversión en petróleo significa empeoramiento de la ya catastrófica situación y, evidentemente, menos inversión en energías renovables.

Sea exitosa esta COP o no, ninguno de nosotros saldrá vivo de esto…

Photo: Extinction Rebellion UK

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