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La lengua materna y la otra

Existen dos lenguas: la materna y la otra. La primera nos es impuesta y conlleva una serie de implícitos que solo al dejarla podemos ver con claridad. 

Solo a la distancia la lengua materna adquiere su verdadera dimensión, sólo a la distancia podemos ver sus vacíos, lugares comunes y limitaciones. Solo a la distancia podemos aprender a extrañarla y reconciliarnos con ella. ¿Pero qué pasa con la otra lengua, la de adopción, la que elegimos? 

Años atrás conocí en mi país natal a un hombre proveniente de Korea del sur. Este hombre trabajaba para una compañía multinacional de tecnología y tenía una agenda muy ocupada. 

Lo que hacía a este hombre singular era no solo el hecho de haber sido asignado por su compañía a vivir en Chile, sino que él quería aprender español. Con una pasión extraordinaria se dedicaba cada tarde a aprender el alfabeto latino, la pronunciación y las conjugaciones verbales.

Un día, impresionado por su avance y su obsesiva dedicación le pregunté: ¿Por qué quieres aprender español? Él me miró atentamente y me contó su historia.

Un día este hombre caminaba por un mercado de Seúl cuando, proveniente de una tienda de curiosidades, escuchó la voz de una mujer cantando una balada en español. Algo le sucedió y entró en la tienda y preguntó al dependiente el nombre de la cantante. Se trataba de Miriam Hernández, una cantante chilena. Tras comprar un par de casetes fue a su casa, se sentó en su sofá y se puso a escucharla con atención. Le gustó la música y sintió que las canciones trataban de cosas que a él le concernían. Entonces este hombre que hasta ese momento nunca había escuchado el idioma español ni tenía idea donde estaba ubicado Chile en el mapa, decidió que quería saber de qué trataban esas canciones. Se propuso visitar Chile y aprender español. 

Tras varios años de infructuosos intentos, consiguió ser asignado a una filial en Chile y ahí estaba, frente a mí, rodeado de diccionarios aprendiendo español y disfrutando de las canciones de la cantante a la que había conocido personalmente después de asistir a un concierto en un famoso casino en un balneario del país.

Esta historia me hizo pensar en lo contrario de la lengua materna: la otra lengua, en la que uno elige vivir. ¿No había este hombre elegido aprender el español por deseo propio? ¿No había despertado la voz de la cantante un amor desconocido por un idioma que no era el materno?

Estamos hechos con la lengua materna, nuestros más profundos sentimientos, amores, odios están enraizados en ella (al punto que sólo tras muchos años nos es posible aprender a desear o maldecir en otro idioma) pero también estamos hechos con el deseo que profesamos por la otra lengua, su seducción y sus promesas y todo lo que hemos aprendido a amar de ella a través de un tipo especial de imaginación. Esa que va completando las frases que no entendemos totalmente, esa que nos empuja a usar y dejarnos usar por el nuevo lenguaje como en un juego.  

Uno solo puede tener una relación problemática con la lengua materna, pero uno puede tener una relación libre con la otra lengua, la de la migración. Y tal vez esta es la enseñanza de esta historia: celebrar la lengua materna es celebrar la otra lengua sin la cual no es posible aprender la lengua propia. Una nos dio las raíces y la otra nos enseñó a caminar con ellas. La primera nos dio el hogar, la segunda nos dio el viaje.

Photo Sebastian silva https://a-visual-diary-for-tomorrow.tumblr.com/

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