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La conversación que necesitamos

Durante la tormenta de frases de mal gusto que estamos viviendo estos días y el aumento de volumen de grupos de extrema derecha, uno se pregunta ¿Por qué entre todo este ruido uno no logra escuchar claramente la voz de los refugiados y migrantes?  Se entiende que no sean los propios refugiados los que tomen la palabra mientras están siendo atacados y hostigados, pero la pregunta persiste con mayor agudez: ¿Dónde están las voces de los afectados?

El problema con esta ausencia es que crea la falsa impresión que los migrantes y refugiados y sus intereses, están siendo válidamente representados, sin ellos. 

Hace unas semanas conversaba con una persona en una librería pública. Esta persona me decía que las bibliotecas habían devenido santuarios para refugiados y migrantes. Entonces yo le pregunté ¿Qué clase de santuario era esa biblioteca? Ella me dijo que muchos migrantes y refugiados venían a ella cada día a cultivarse, aprender inglés y buscar conocimiento. Mientras ella hablaba yo pensaba que muchos de ellos venían a la biblioteca porque simplemente buscaban refugio de las bajas temperaturas, escapando del frío de sus piezas, venían a usar los baños, los computadores para postular a empleos precarios y matar el tiempo entre una entrevista y otra. Lo que uno ve depende del ojo del observador. 

¿Dónde buscar sus voces entonces? 

Si queremos tener una fotografía clara y cercana de la experiencia de los migrantes y refugiados es muy simple: tenemos que cruzar la frontera invisible que nos separa de ellos e ir dónde migrantes y refugiados se encuentran y conversar con ellos. Estar abierto a la experiencia de conversar con otra persona que no está en nuestro círculo de amigos o conocidos, salir de nuestra zona de confort y escuchar lo que ellos tienen que decir. 

¿Por qué necesitamos oír las voces de migrantes y refugiados? 

Porque el sustrato de las reformas y cambios que necesitamos para construir una sociedad prospera y democrática, con mayor inclusión social, prevención del racismo y discriminación, combate de las crecientes narrativas totalitarias y populistas, mayor cohesión social, solo puede venir de ellos, de sus historias. Del diálogo que tengamos con aquellos que se encuentran más allá de las fronteras de la confortabilidad social dependerá la fuerza de nuestra democracia y la prevención del populismo.  

La creciente presencia de la ultraderecha pasará, pero las preguntas que esta ola dejará, permanecerán con nosotros: 

¿Cómo podemos construir una sociedad justa, multicultural y próspera para todos, sin racismo y discriminación? 

En este punto es que las narrativas de migrantes y refugiados resultan clave. Sin esto podría suceder lo que le sucedió a un amigo cuando miraba a través de la ventana al lado de un hombre rico: “La lluvia es hermosa” dijo el millonario, mientras el hombre pensaba en las grietas del techo por las que se filtraba la humedad de su casa. Lo que parece justo a un ciudadano privilegiado es enteramente diferente para un migrante o un refugiado. Sin oír la voz de los afectados, sin el diálogo, cada uno de los participantes seguirá encerrado en sí mismo viendo solo una cara de la moneda.

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