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Miedo

Llega el momento en que cada uno de los migrantes y refugiados nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Tengo yo derecho a lo mismo que las personas de aquí? La respuesta a la que llegamos después de conversar con amigos, familiares, funcionarios públicos y nacionales es sí.

Tenemos derecho a acceder a educación, salud, trabajo o seguridad social cumpliendo los requisitos.  Nadie a nuestro alrededor cuestiona el que tengamos derechos y nadie se toma la molestia siquiera de mencionarlos. Todo el mundo toma como algo dado nuestro conocimiento sobre los derechos, nuestra titularidad y nuestra innata capacidad para acceder a ellos por medio de instituciones públicas. Y este es el problema.

Es un problema porque no basta con saber que uno es titular de derecho si uno no habla de ello, si uno no usa esa titularidad. En otras palabras, el saber de nuestros derechos es sólo teórico cuando no los ejercemos o, peor aún, cuando tenemos miedo de exigirlos. 

En una ocasión participaba de una reunión con otros migrantes y refugiados. Un hombre adulto se unió al grupo con su esposa, cojeaba de su pierna izquierda. Durante el break me acerqué a conversar con ellos y le pregunté qué le pasaba en su pierna: su esposa se apresuró a contestar y me dijo que él se había herido en su trabajo y que tenía miedo de decirle a su jefe porque temía ser despedido.

Nuestro amigo sabía que tenía derechos como trabajador, incluso sabía que posiblemente la empresa había incurrido en una serie de irregularidades que condujeron a su herida, pero temía hablar. En su mente este hombre aún vivía en su país de origen en que, como más tarde me contó, los trabajadores que reclamaban o pedían mejoras eran despedidos y puestos en una lista negra que les impedía encontrar trabajos en la ciudad y les obligaba a dejar el pueblo. 

Se han preguntado ustedes ¿Por qué algunos trabajadores migrantes y refugiados tienen miedo de reclamar a sus arrendadores por las condiciones en que viven?, ¿Por qué algunas personas prefieren no denunciar situaciones de racismo y discriminación?, ¿Por qué algunas mujeres migrantes no se atreven a denunciar que son víctimas de una relación abusiva?, ¿Por qué migrantes y refugiados guardan silencio cuando son amenazados con ser deportados o denunciados a la policía, por parte de personas inescrupulosas?

En todos esos silencios se encuentra la misma preconcepción: No tenemos los mismos derechos que las personas de este país. Si uno lo piensa es fácil ver que los propios nacionales se encuentran en situaciones parecidas de abuso, falta de conciencia como titulares de derecho, desinformación etc. Muchos de ellos piensan que los migrantes o refugiados no tienen los mismos derechos que ellos, aunque vivan en un país que garantiza estos derechos para toda su población. 

Como hemos visto, frente a nuestros derechos sociales todos podemos alegar ignorancia y padecer en silencio y con miedo, no importa si somos nacionales o extranjeros. Pero hay alguien que no puede alegar ignorancia: las instituciones públicas. sepamos o no las instituciones están llamadas por ley a garantizar el acceso igualitario y el ejercicio de derechos sociales para toda la población, especialmente aquellas en situaciones de vulnerabilidad o con dificultades para informarse y actuar en concordancia con estos derechos. 

El problema es que antes de llegar a un servicio público hay que vencer el silencio, el sufrimiento y el miedo y aprender a actuar de una forma nueva, diferente a lo que hemos conocido hasta ahora. 

¿Como se comporta una persona consciente de sus derechos y responsabilidades en un nuevo país?

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