Estamos condenados a decidir, enfrentar una y otra vez las mismas encrucijadas morales. Mientras esto sucede, debemos levantarnos cada mañana y mirarnos al espejo.
¿Somos capaces de sostener nuestra propia mirada?, ¿Volveríamos a tomar las mismas decisiones que nos trajeron donde estamos hoy?
Para ayudarnos a enfrentar ese espejo cada mañana es que los Griegos crearon los mitos. Estas historias reflejan dilemas que les ayudaban a recordar que con cada decisión uno puede degradarse o atreverse a vivir una vida digna.
Tal vez el mito que mejor nos ayuda a entender esto es el mito de Antígona.
Creon el rey de Tebas prohíbe, so pena de muerte, dar entierro al cuerpo de Polinice, hermano de Antígona quien ha sido vencido cuando asediaba la ciudad. Antígona se enfrenta entonces a su dilema: obedecer la ley del rey quien pretende que el cuerpo de su hermano sea devorado por buitres o obedecer la ley de la filialidad y dar un entierro propiamente humano a su hermano.
En la decisión de Antígona se decidían muchas cosas: quién era ella, los valores que había heredado de sus padres, las expectativas de sus conciudadanos, pero por sobre todo su capacidad para mirarse cada día a sí misma y vivir con la decisión que había tomado. ¿Debía obedecer a la ley del rey o a la ley de su sangre?, ¿Cuán lejos estaría dispuesta ella a llegar con tal de ser leal a sí misma?
Este dilema puede parecer lejano y abstracto pero no lo es. La actualidad de esta historia está muy cerca de nosotros, de hecho, ayer por la noche pudimos ver claramente reflejado el rostro de Antígona en el rostro de un joven llamado Seán Binder.
Seán, nadador profesional con entrenamiento como rescatista, viajó desde Irlanda a Grecia el año 2017 para unirse a la ONG ERCI (Emergency Response Centre International), especializaba en ayudar a personas que intentan cruzan el mar mediterráneo en embarcaciones precarias, dándoles atención médica, alimentos y frazadas a refugiados. Muchos de estos migrantes mueren cada día ahogados en las costas de Grecia o Italia mientras otros son rescatados gracias a la labor de trabajadores humanitarios como Sean.
Después de un año trabajando codo a codo con la policía y otros organismos europeos, Seán y otros voluntarios fueron detenidos, encarcelados y acusados de espionaje y tráfico de personas. Binder fue arrestado de madrugada, encarcelado junto a presos comunes, pasó por centros de detención sin saber de qué se le acusaba y sin acceder a una defensa.
Tras pasar cinco años en Grecia atado a un engorroso y costoso proceso legal, el día de ayer los cargos contra Binder fueron en su mayoría retirados. En un noticiero central el joven fue entrevistado en vivo.
Mientras la periodista le preguntó si sentía que había perdido parte de su vida con estos años de luchas legales y prisión el joven se emocionó. Finalmente, la periodista le preguntó si él volvería a hacer lo que había hecho al unirse a las labores de rescate. Entonces el Binder levantó la mirada, miró detenidamente a la cámara de televisión y dijo: “Si”.
Los rostros de Antígona y Binder nos miran desde el otro lado del espejo y nos preguntan: ¿Dónde empieza nuestra compasión?, ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para ponerla en práctica? ¿Dónde terminan las leyes?
Cada uno de nosotros debe responder por sí mismo y por su responsabilidad con los demás.
Photo Sebastian silva https://a-visual-diary-for-tomorrow.tumblr.com/
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