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Happy days

Caminaba hace un par de días por una calle y vi una fila de personas fuera de un edificio esperando entrar a una charla. La charla era gratuita así que me sumé a la multitud que se amontonaba en un pequeño cuarto. 

El taller trataba de “empoderamiento e inspiración” y un grupo de personas se congregaban a escuchar a un orador que les instaba a confiar en su fuerza interior y a creer en su capacidad de logro para tener éxito en sus vidas. En la segunda parte de la charla diversas personas contaban historias sobre cómo al cambiar su mente ellos habían logrado metas que antes les parecían imposibles. 

Las historias tenían giros dramáticos y emocionales que llevaban a las personas a aplaudir con entusiasmo tras escuchar cómo tras mucho esfuerzo el orador había podido vencer interminables y agobiantes dificultades. Al terminar el seminario algunas personas comentaban cuán bien se habían sentido escuchando estas historias “reales”. 

Mientras caminaba tras ellos hacia la salida yo me preguntaba: ¿Cuál era la realidad de la que estaban hechas esas historias?

Estas historias eran tristes y les habían sucedido a personas comunes y corrientes, pero en la superficie habían sido barnizadas con fantasía y glamour para enfatizar la fantasía del logro personal. 

¿Por qué se trataba de una fantasía glamorosa?

Porque muy rara vez condicionantes sociales como la pobreza, inequidad, la educación, género o raza se hacen a un lado para darle la pasada a alguien hacia la cima del éxito económico, político o social. Todo lo contrario, suelen ser obstáculos incluso para lograr libertades mínimas en países del tercer mundo. Pero en Europa también la raza, la enfermedad, la nacionalidad de los padres y el género suelen ser determinantes del éxito de la trayectoria profesional de sus ciudadanos contra todo lo que uno podría esperar de esa parte del mundo.

La cosa es que parece suceder que tardamos mucho más en rebelarnos ante las injusticias sociales que nos afectan colectivamente que ante las que nos afectan individualmente. Parecemos más inclinados a resolver nuestros problemas laborales esforzándonos más, que a reclamar las condiciones globales de explotación que sufre todo el equipo de trabajo.

Entonces es que somos individualmente compelidos a hacer frente a entornos injustos asumiendo y resolviendo los efectos de problemas globales, individualmente. Aceptamos el orden dado como los hijos que no eligen a sus padres ni la familia ni el barrio en que se crían. Aprendemos a aceptar nuestro destino sin dejar de sentir un impulso hacia la rebelión.

Y es tal vez este impulso a la rebelión individual el que lleva a las personas a buscar en esta retórica de la autoayuda algo más: una posibilidad para cambiar lo que no les parece justo. Dejar de ser una hoja en el viento de los condicionamientos sociales y tomar control de sus vidas. Y aquí está el seductor riesgo de la autoayuda y la industria del “feeling good”.

Creer que uno puede resolver sus propias limitaciones no es lo mismo que enfrentar las consecuencias sociales generadas por la inequidad social, el racismo, las brechas de género o la ausencia de servicios por parte del Estado.

¿Es justo que una persona asuma la responsabilidad de cambiar la injusticia sistémica que le ha llevado a la marginalidad, la pobreza, a sufrir discriminación, racismo o ir a la cárcel?, ¿Es justo que las personas sean juzgadas por el esfuerzo que hacen para superar individualmente estas injusticias globales?, ¿Por qué los pobres y marginados siempre terminan siendo los culpables de su situación?, ¿Por qué es tan fácil entregarse a la tentación de responsabilizar a las personas por su propio fracaso?

Tal vez la respuesta es que el mundo a nuestro alrededor se ha tornado en algo tan caótico que se nos quiere hacer creer que lo único que uno puede controlar son sus propios estados de ánimo, fuerza interior, maestro interno, el niño interno, el Chi, etc., llámalo como quieras. Tal vez sea verdad, pero no es menos cierto que el control de nuestro entorno, el hacerlo menos caótico y menos destructivo, es una tarea que depende de todos nosotros, es una tarea colectiva que no depende de la fuerza interior sino de la posibilidad de dejar atrás la retórica de la autoayuda individualista y construir un mejor futuro para todos trabajando juntos.

Photo Sebastian silva https://a-visual-diary-for-tomorrow.tumblr.com/


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