Corren tiempos oscuros. La guerra en Ucrania, el aumento en el costo de la vida y el rebrote del Covid 19 en China, anuncian un panorama poco alentador. La sombra de este 2022 parece extenderse sobre el año que se inicia, pero también en la vida de cada uno de nosotros y nuestras familias.
Es normal que en tiempos de crisis tendamos a estar concentrados en cuidar y proteger a nuestros seres queridos y veamos con desconfianza o temor a quienes nos rodean fuera de la seguridad de nuestro espacio protegido. Replegados en nosotros, en nuestro hogar, nos sentimos seguros.
Sin embargo, el desafío del año que viene parece ser otro.
Y es que, si algo hemos aprendido después de la epidemia de Covid 19, la crisis de refugiados creada por la guerra en Ucrania, el Brexit, la creciente crisis climática y el surgimiento de la extrema derecha en Europa, es que el bienestar de nuestros seres queridos no depende tanto de nuestras propias acciones sino de la cadena de interacciones en que vivimos.
¿Pero quienes son esos otros que nos rodean y a los que estamos tan ligados?
Los que nos rodean son todos aquellos que viven y mueren fuera de nuestro confortable espacio privado. Son todos aquellos que diariamente son dejados de lado, son los que no reciben la atención que requieren de aquellos extremadamente ocupados consigo mismos: ellos son los débiles, los enfermos, los pobres, los refugiados, los inmigrantes, los desempleados, la gente que duerme en las calles, los drogodependientes etc. Todos los que han fracasado o resultan débiles para hacer frente al orden de este mundo.
Si pasamos a su lado sin verlos es porque hemos sucumbido a la idea que cada uno de nosotros debe buscar la felicidad por sus propios medios y ellos, los que están afuera, de alguna manera han fracasado y es su responsabilidad.
Allá afuera hay una industria millonaria intentando hacernos creer que el cuidado, la atención y la preocupación son algo que podemos comprar y vender como cualquier mercancía en un supermercado. Así es como vamos por la vida pensando que si dependemos de otros es porque hemos fallado como seres humanos autónomos, independientes, autorrealizados. Este argumento permite aceptar la realidad del fracaso ajeno, atribuirlo a las personas sin cuestionar el sistema que produce esas situaciones. Premunidos de esas ideas podemos pasar por el lado de esos otros sin tener que cuidar de ellos y sin tener que hacernos responsables por las consecuencias de esta falta de cuidado.
Pero ¿Qué sucede cuando fallamos al cuidar a los que están fuera de nuestro metro cuadrado?
Sucede que el mundo se llena de silencio y la palabra justicia (y lo que es nombrado con esa palabra) no se escucha más. Cuando nos callamos nos hacemos cómplices de la desmejorada situación en que se encuentran los más débiles. Legitimamos el orden existente que produce la desigualdad y la injusticia.
¿No fueron muchos los años en que miembros de los grupos más débiles ni siquiera eran mencionados en los periódicos? Nadie quería hablar abiertamente de cosas incomodas. Mejor era barrer la basura bajo la alfombra ¿No recordamos acaso esos años con vergüenza?, ¿No murieron muchos de ellos rodeados de silencio olvidados hasta por sus propias familias?
Si, hoy nos avergüenza haber callado, no haber sido capaces de hablar claro contra la opinión silenciosa de la mayoría que hacía como que los ignoraba. Pero es que estábamos cómodos con lo que sucedía. Estábamos ocupados en cuidar a nuestros seres queridos en nuestro metro cuadrado.
Hoy más que en otras épocas no podemos callarnos y retroceder en aspectos relacionados con la justicia social, la libertad y la equidad.
¿Por qué?
Por dos simples razones: 1) Esta crisis que vivimos afecta con mayor crudeza a aquellos que tienen menos recursos para hacerle frente es decir los más pobres y débiles y 2) Porque las condiciones para que esta crisis apareciera no ha sido creadas por ellos, sino por los que más privilegios tienen.
Por ejemplo, el continente Africano en su totalidad ha contribuido a menos de un 4% en las emisiones de efecto invernadero que están a la base del cambio climático, sin embargo es uno de los lugares en que las consecuencias de la crisis climática será más severa, acrecentando con ello la situación de pobreza y desventaja que han arrastrado desde que los países colonizadores Europeos dejaran el continente tras saquearlo. En contraste Irlanda es el tercer país europeo con más altas emisiones de gases de efecto invernadero por persona.
Tal vez lo que tenemos que hacer frente a este año de incertidumbre es cuidar de nuestros cercanos de una manera que no nos haga olvidar lo que tras mucho esfuerzo hemos logrado: mirar el mundo asumiendo las responsabilidades que tenemos los unos con los otros. Entender por fin que cuidar de los otros, buscar justicia para ellos, es la mejor forma de cuidar de nosotros y nuestras familias.
Photo Sebastian silva https://a-visual-diary-for-tomorrow.tumblr.com/
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