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Lo mejor es que dejes el pueblo antes del amanecer

¿Recuerdan ustedes que en cada película del lejano oeste había una escena que ocurría en la cantina del pueblo? La trama era más o menos esta: un hombre al piano interpretaba una melodía pegajosa y alegre mientras los hombres bebían en la barra o desperdigados por las mesas del local, señoritas alegres conversaban con ellos mientras el dueño del local servía generosas porciones de whisky a los habituales. De pronto todo quedaba en silencio, la música enmudecía y todos se quedaban mirando fijamente la puerta de la cantina. ¿Por qué?

Un extraño había llegado al pueblo.

Mientras caminaba rumbo a la barra a confrontar al barman, las miradas sopesaban a este extraño. ¿De dónde viene?, ¿Cuánto tiempo se quedará en el pueblo?, ¿Será fuerte?, ¿Tendrá dinero?, ¿Obedecerá las normas?, ¿Respetará las normas del lugar? Es nuevo aquí…no nos conoce…mmmmm….

En la realidad este podría parecer un caso extremo de hostilidad hacia los extraños, sin embargo hay algo perenne en esta escena, algo que nos hace siempre traerla al presente: toda la escena se sostiene en la posibilidad que las expectativas de quienes evalúan al extraño sean confirmadas o refutadas. Si son confirmadas y el hombre solitario resulta ser un hombre pobre que trabaja de peón, no hay problema, la fiesta puede continuar y la alegría vuelve a la cantina. El extraño no es una amenaza. Pero si el extraño es un forajido rebelde, entonces tras él entrará la policía o el matón del lugar. Habrá entonces alboroto y con seguridad un duelo en medio de la calle central del pueblo.

Imaginemos entonces que estamos en esa calle frente al extraño, pistola en mano. El extraño nos interpela a nosotros mientras nos mira a los ojos, fumando.

Cuando aceptamos y hacemos nuestras las limitantes expectativas que otros tienen de nosotros, cuando alguien falla y se niega a volver a intentarlo una vez más, cuando alguien pretende ser un buen padre, una buena madre siguiendo las expectativas o valores de sus amigos o su familia. Cuando los medios intentan hacernos creer que necesitamos cosas que en realidad no necesitamos. Aquellos que siguen la moda como si esta fuera un mandato existencial o religioso.

¿Todos ellos no están acaso temerosos y arrinconados en sus certezas mirando al solitario mientras se preguntan si este extraño vendrá a poner en peligro sus verdades y seguridades adquiridas?

¿No está este duelo perdido de antemano?, ¿No está este duelo terminando aquí mismo?

Alguien cae al suelo y un remolino de polvo pasa sacudiendo la arena.

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