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A ver, a ver…¿Qué tenemos aquí…?

Ángel Marroquín

Las historias crean realidades y las cambian. ¿No lo crees? Mira esto y dime qué te parece:

Un trabajador humanitario camina en medio de una carretera desolada en las afueras de un pueblo rural de un país del tercer mundo en eterna guerra civil. Una camioneta avanza a toda prisa por la carretera, levantando una nube de polvo. Se oyen disparos de AK47. La camioneta se detiene y un grupo armado, y a punta de culatazos y empujones, sube al trabajador humanitario, lo acusan de espiar para el enemigo y lo amenazan con decapitarlo en la próxima parada.

El trabajador humanitario está aterrorizado, ve pasar toda su vida en unos pocos segundos. Tirado en el suelo de la camioneta, herido y sangrando, mira a sus captores y les agradece por haberle salvado la vida al alejarlo de esa carretera tan peligrosa por la que se encontraba caminando. El humanitario agradece tanto a sus captores que los termina convenciendo que ellos fueron sus salvadores que estos finalmente se lo creen y lo liberan en buenos términos.

A ver, a ver, ¿Qué tenemos aquí?

Dos historias que chocan. La primera en la que un espía, camuflado de trabajador humanitario es  capturado y prontamente decapitado mientras es filmado en la cámara de un teléfono móvil y el video subido a YouTube. En la otra tenemos a un trabajador humanitario que ha sido rescatado de una carretera muy peligrosa en el tercer mundo por un grupo guerrillero que pasaba casualmente y que le dio un aventón hasta un sitio seguro para despedirse bromeando y riendo.

Nacemos y morimos dentro de historias. Las que se cuentan de nosotros, las que nosotros contamos de otros y, las más interesantes de todas: las que nosotros nos contamos acerca de nosotros mismos. Porque podemos hablar de cualquier cosa o persona, de nuestras experiencias, encuentros o sobre la naturaleza, pero un oído atento captará perfectamente que  cada historia que contamos al final del día es nuestra propia historia. El ángulo desde el cual la historia es contada, los detalles que son destacados y el remate final de la historia son lugares en los que puede verse la firma del autor, su pulso que tiembla, la firmeza de su trazo o su risa irónica.

Hay personas que no cuentan con otra cosa sino con su historia. Un solicitante de asilo, una joven mujer negra, un niño emigrante, una mujer separada de su marido o un joven transgénero. Sus historias personales devienen expresión de una situación social que es ignorada por el establishment mediático burgués (que más bien prefiere las historias homogéneas, tranquilizadoras y masivas). Sus historias en ocasiones son lo único que tienen para negociar o ganar el favor del público en un mundo que les es mayoritariamente hostil.

Estas personas se encuentran como el trabajador humanitario, caminando solas en la carretera.

En su versión positiva, sus historias inspiran a otros y pueden llegar a producir grandes cambios en la narrativa social y política de los países, especialmente en temas como el aborto, cambio climático, personas en situación de calle, personas con discapacidad, suicidio juvenil, etc. ¿Por qué?

Porque las historias son capaces de producir empatía. Las personas son capaces de conectar, ponerse en los zapatos de él o la protagonista y ver, por un momento, cuán distinta es la vida desde ahí. Esto ha llevado a una creciente instrumentalización de las historias que apoyan puntos de vista corporativos, pero al mismo tiempo esto ha llevado a que grupos de activistas sean capaces hoy de  crear y compartir historias acerca de pequeños grupos marginalizados que años atrás no tenían ni voz ni voto. En la versión opuesta, las historias negativas asociadas a estos grupos pueden llevar a acrecentar los prejuicios y obstáculos que estas personas ya deben enfrentar. Por ejemplo cuando se masifican historias negativas acerca de quienes reciben beneficios de parte del estado, solicitantes de asilo, refugiados o inmigrantes árabes, personas de color insertas en redes de tráfico de drogas o prostitución, etc. Esta versión de las historias conduce a la expansión y fortalecimiento de prejuicios.

Hoy muchas personas van caminando en la carretera con la que comencé esta columna. Ustedes y yo vamos en la camioneta. De nosotros depende contar y dejarnos convencer por historias que conduzcan a la liberación de los prisioneros y no a su decapitación.  

(c) Photography by Sebastián Silva. https://la-periferia-interior.tumblr.com/


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