Ángel Marroquín
Priti Patel, Home Secretary de Inglaterra busca prohibir posts en redes sociales que ataquen al gobierno respecto a la actual crisis de inmigrantes y solicitantes de asilo en el canal de la Mancha. Solo en tres días cerca de 600 migrantes fueron interceptados por la policía intentando cruzar el canal hacia Inglaterra. Hasta ahí, tristemente no hay nada nuevo, pero Patel esta vez ha acusado a quienes se oponen a sus políticas conservadoras-policiales de lo que ella denomina: glamorización del cruce del canal de la Mancha. Viniendo de la hábil política Británica, creo que vale la pena detenerse a pensar. Ella sabe muy bien de lo que habla.
Se habla de glamorización cuando un grupo de presión toma un molesto problema social, que por lo general ha permanecido ignorado, y lo hace público de una manera atractiva con el objetivo de ganar simpatías entre aquellos que antes el tema les resultaba indiferente o desconocido.
Tradicionalmente los grupos humanitarios y medioambientalistas han usado estas técnicas para atraer la atención de la prensa y el público sobre sus causas, reunir dinero para sustentarlas y así lograr sus objetivos de cambio. La idea que venden es más o menos esta: ser verde o liberal es cool, ¡Para donar, pincha aquí!
Crecientemente los grupos políticos y empresariales han adaptado el foco de trabajadores humanitarios y medioambientalistas y hacen esfuerzos crecientes por atraer simpatía o crear rechazo frente a temas que les interesan desde su lógica de supervivencia como negocio: la atracción de inmigración de trabajadores no calificados a bajo costo, el combate contra la pobreza marginal que amenaza con convertirse en comportamiento anti social o el feminismo de moda que ayuda a vender productos de consumo masivo o la discriminación en el lugar de trabajo que ahuyenta posibles clientes. Las empresas y políticos parecen querer decirnos ¡también nosotros podemos ser cool, vota por nosotros!
El problema es que la glamorización es un imposible: los grupos de diversidad antes discriminados, explotados, dejados de lado, etc ponen de moda sus causas en una lógica épica (nosotros los perseguidos contra ellos los poderosos malos, etc), atraen la compasión pública y obtienen un triunfo político que les da una pequeña cuota de poder. Cool. Después aspiran a los privilegios que antes criticaban a los poderosos mientras apartan la mirada de la situación de los nuevos viejos pobres: inmigrantes, solicitantes de asilo o personas sin hogar, drogodependientes, ex presidiarios. Todo parece cambiar pero nada cambia.
Y es que ese es el problema de la glamorización. Produce cambios aparentes mientras erosiona la capacidad de empatía y credibilidad, especialmente de los jóvenes, que son usados mientras son motivados con imágenes épicas que los invitan a sumarse a causas para salvar el mundo, ayudar a los países pobres, apoyar empresas socialmente responsables en causas pseudo sociales, etc.
Sin embargo, la glamorización no es sustentable en el largo plazo porque las audiencias se cansan. Hoy en día los breves comerciales humanitarios son emitidos en las mañanas en la televisión pública inglesa, a la hora en que los primeros comerciales de alcohol son permitidos, entre los comerciales de comida para perros, pañales y episodios de “Death in Paradise”.
Contra esta erosión dañina de la capacidad de empatía es que se va extendiendo un desolador sentimiento de apatía que es justamente el que ayuda a políticos conservadores como Patel a promover políticas de persecución contra inmigrantes sin siquiera considerar las verdaderas causas de esta migración masiva: muchos países pobres no cuentan con sistemas de salud, no tienen empleo para su población, se encuentran sumidos en caos político. Sin contar con que Inglaterra ha dejado de apoyar económicamente iniciativas de ayuda humanitaria por parte de la Comunidad Europea.
Los cientos de inmigrantes que navegan en el canal de la Mancha estos días van borrando la glamorizada idea de una Inglaterra poderosa y autárquica y nos dejan ver una que se siente amenazada, vulnerable, triste. ¡Oh Dear!
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